viernes, 20 de abril de 2012

Día de las madres


Madre
Madre,
¿quién conoce su valor
hasta que se pierde?

Madre,
Preciosas letras que,
Percibiendo el cariño y ternura,
Balbucea el bebé.

Madre,
Tú siempre ahí,
Tus desvelos,
Tus angustias,
Tus noches de insomnio
Parecieran cobrar el precio
De los días de ensueño,
Pero tu amor sin límites
No pone tiempo al sufrimiento.

Madre,
Siempre dispuesta,
Siempre amante,
Un apoyo constante,
Cerca y lejos,
Siempre al alcance.

Madre,
Un año más ha pasado
Y en tu rostro se dibujan
Los primeros surcos de la edad,
Pero esos te hacen aún más bella,
Pues el tiempo no pasa
En tu entereza,
En tu corazón siempre amante
Y en tu capacidad de entrega.

Gracias madre, por estar a mi lado,
Gracias madre, por darme todo en tu persona,
Gracias madre, por tu amor constante,
Gracias madre, por tu presencia invariable,
Gracias madre, siempre amiga, siempre amante
Las manos de mi madre
Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!

¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!

 Caricias
Gabriela Mistral
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…

Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar…

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar…

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar…

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